No sabía realmente por qué la había dejado venir conmigo. Podía haberme escapado de su tutela en cualquier momento. Ni siquiera me tenía bien custodiado, como si supiera que no me iba a marchar sin su consentimiento. ¿Quién se cree que es? mucho misticismo, mucho embrujo, mucho... y sin embargo tiene una fuerza que me atrae y me subyuga. De repente era yo el que no quería marcharse, como si realmente si que hubiera recuperado... pero no, tengo la marca, no se ha cerrado aún. De hecho, se abre cada noche, con el frío que atenaza mi cuerpo. Y aquí estoy, justo en la entrada, en la cueva de mi destino, al final del desierto. Sin ella no hubiera llegado, pero simplemente porque me movía en la dirección equivocada. Yo y mi mala orientación... siempre fui torcido, como en todo en la vida, desviado, nunca hacia delante, siempre escorado, creyendo tomar la ruta más corta para conseguir lo que busco, pero siempre pasando de lado y buscando hasta el infinito algo que jamás encontraré.
-Despierta.
-¿Qué? ¡ah, si!.
-Llevas un rato parado. ¿No es este el sitio que buscabas? ¿no es aquí dentro donde tendrás que pasar la prueba? ¿no es aquí donde al fin tendrás la paz que tanto ansías?. Te diré que más vale que lo consigas, porque mi paz también depende de ti.
-¿Otra vez con enigmas? pareces una bruja...
-Cuando sepas de lo que hablo, te arrepentirás de esas palabras. Por ahora te perdono porque no sabes lo que dices. Ahora adelántate.
Vaya, sonaba sinceramente dolida. Realmente me pregunto si le importo tanto como parece. Prefiero no pensar que soy un peón para su causa, prefiero no creer que me vaya a traicionar, pero algo busca y tengo que averiguar qué es antes de que sea tarde. Me pregunto si no me habrá salvado la vida sin esperar nada a cambio, de manera altruísta. Aunque bien pensado, primero tengo que centrarme en superar la prueba y luego ya me comeré el coco.
-Oye, hace rato que nos adentramos en la cueva y no hay rastro de esa prueba... tu que la conoces ¿de qué se trata? ¿qué tendré que hacer?
-La verás pronto.
Y pronto la vi. Llegamos al final de la cueva. Había una oquedad que se extendía por la pared y daba a cielo abierto por la que se escapaba el humo. Cerca del suelo, en medio de una hoguera y atravesado ardía un corazón.
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