Pruébame blogger!

Ese destello que ciega en el limpio cristal de una gota, la inmaculada transparencia que refleja la mirada que sobre él se posa, dolida por el fulgor que devuelve con fuerza la luz a sus ojos. La forma abombada de la córnea deja deslizar como un tobogán el agua clara, que suavemente rodea la semiesfera y se acelera hasta precipitarse al vacío. El sol de la mañana provoca que una estela blanca siga la caída, como un espíritu que no acaba de desprenderse de su cuerpo al que ansía abandonar. Ese liberador escape, esa fuerza y energía, la luz, el agua, el alma, el cuerpo, elementos luchando e interactuando entre si, provocando una imagen hermosa a la vez que trágica. El dolor inmóvil, hecho foto, visto desde los ojos de otra persona. Un trozo de papel con un significado claro, un recuerdo, un instante, una vida en un suspiro, un suspiro en la vida, una emoción, una abstracción de todo eso y mucho más inmortalizado en celulosa. Una gota de tinta, de tinta transparente, resbalando y cayendo al suelo, creando un sendero invisible e indeleble en su recorrido, una marca imposible, una huella improbable. Y de pronto choca con violencia y esparce muchas otras gotas a su alrededor y forma una imagen única e irrepetible, una estrella de gotitas más pequeñitas, un trozo de universo fijado en la superficie plana de una esfera gigante, que no es más que una pequeña mota de polvo flotando en el vacío. Pequeños detalles que hacemos grandes en nuestra mente y que iluminan nuestras percepciones y nuestros pensamientos. Pequeños pensamientos que salen de nuestra cabeza en su forma más pura, más cristalina, pequeñas chispas provenientes de pequeñas ideas que arden y prenden llama en un fuego tan intenso como breve, tan solo un destello que ciega el limpio cristal de una gota.